Muddy Waters lleva a Chuck Berry a la compañía discografica de los hermanos Léonard y Phil Chess, la Chess Records, que se ha especializado en blues y rhythm and blues. El joven compositor negro les impresiona porque hace algo innovador, incluso en el bullente Chicago donde pululan todo tipo de iluminados y bohemios, a la búsqueda de su oportunidad. Pero Chuck crea algo verdaderamente nuevo: una mezcla de ritmo blanco y negro. En su primera grabación acierta a evocar lo que él mismo lleva dentro, todos los matices de lo mejor que, durante años, ha escuchado en las emisoras radiofónicas de su infancia en Saint Louis: música blanca country y el tremendo ritmo de su corazón negro. Las dos caras del disco se llaman 'Wee wee hours' y 'Ida Red', respectivamente. La primera es un clásico blues en el que el propio autor ha puesto todo su entusiasmo, pero es la cara b la que más parece interesar a los directivos de la Chess Records. Todo les resulta fascinante, excepto el título. Ese 'Ida Red' es provinciano (en realidad lo es, el tema es una dedicatoria a una mujer desconocida, probablemente una tía suya) y le exigen que lo cambie. Berry obedeció, dando de paso una muestra de su burlón sentido del humor, pues cambia ese nombre por el más bello y sofisticado de 'Maybelline', que es nada más y nada menos que el nombre de una vaca, recordado por Berry de una de sus lecturas infantiles. 'Maybelline' ha quedado para siempre como una de las piedras en que se cimienta el rock and roll de todos los tiempos.
Los hermanos Chess saben muy bien que en la explotación de cualquier disco existe una diferencia abismal según se dirija a la población blanca o a la negra y quieren que 'Maybelline' entre por la puerta blanca y grande del mercado. En ese momento entra en escena escena el segundo personaje mencionado: el gran manipulador Alan Freed, quien comprende al instante las posibilidades del tema, puesto que exige para su promoción, aparte de las comisiones al uso, que se le señale a él mismo como coautor de la canción. Freed, como disc-jockey de gran prestigio, podía hundir o levantar cualquier disco y no dudaba en hacerlo, aunque no siempre siguiendo los mandatos de la ética. 'Maybelline' subió como la espuma y llegó al quinto puesto del hit parade, desde luego por méritos propios, fuera cual fuera la actitud de Freed, un hombre al que la aceptación de sobornos (la payóla en el argot americano) acabó por sentar en el banquillo de los acusados. La canción abrió la puerta del éxito a Chuck Berry, un éxito relativo por los condicionantes a que nos hemos referido y que sirvieron para negarle el codiciado número uno durante diecisiete larguísimos años. Mantenerse en ese período siempre en un buen lugar le costó a Berry un trabajo constante y plural. Algo que hacía sin especiales penalidades, simplemente porque era un autor prolífíco y de fácil creación aun dentro de una alta calidad. En consecuencia, la segunda mitad de los años cincuenta está jalonada en su historial por una lista de temas difícil de abarcar incluso como mera enumeración. Podemos destacar piezas de la importancia de 'Roll over Beethoven', 'Rock and roll music', 'Sweet little sixteen', 'Johnny B. Goode', 'Carol', 'Memphis Tennessee', 'Back in the U.S.A.' y tantas otras que todo aficionado reconoce y cuida como tesoros y que en ocasiones únicamente fueron compuestas como simples caras b.
Esos años también suponen para el artista su irrupción cinematográfica. Concretamente en 1957 hizo dos películas cuyos títulos dejan poco lugar a la duda sobre sus contenidos. 'Rock, rock, rock' y 'Mr. Rock and roll' son los dos primeros filmes de una trilogía completada dos años más tarde con 'Go, Johnny go', basado en una de sus canciones (la autobiográfica 'Johnny B. Goode') y donde se recogían las excelentes interpretaciones del festival de jazz de Newport de ese mismo año, en el que Berry había tomado parte. El paso por el séptimo arte de Chuck se ha redondeado en los últimos tiempos con 'Hail, hail, rock and roll', que ha traído a los más jóvenes la imagen del ya veterano artista, adornado con una perilla, con un lema que no es sino un verso de su canción 'School days'. Dos referencias que son sumamente significativas sobre el personaje que estudiamos: 'Días de escuela', por una parte, alude directamente al mundo colegial, adolescente, que, con toda su parafernalia de amoríos, mitos materialistas e ilusiones sentimentales, constituye el mundo primario de Berry y, al mismo tiempo, del rock and roll más auténtico. Después, su propia imagen, su puesta en escena, tan original como divertida, y que nace de una anécdota cuyo marco fue el Paramount Theater de Brooklyn.